Actualizado 28 diciembre, 2017
La presencia es algo tranquilizador. Sabemos que ese individuo está, que nos hace feliz, con quien podemos compartir alguna jornada maravillosa sino hoy tal vez mañana. La muerte, en cambio, es la nada absoluta y aquí las religiones por más que las profesemos quedan cortas: no nos basta el cielo, anhelamos a ese ser querido de vuelta aquí, ahora, con nosotros. La muerte, entonces, debe ser cuando la sufrimos como espectáculo, cuando le pasa a otro, una de las pocas ligazones con la ausencia y un acaecimiento que sacude a todo ser. En ese sentido, y con auténticos respetos, te presentamos 48 imágenes de luto con frases de consuelo, duelo y pésame. Como siempre, te traemos la mejor información ¡Imperdible!
Imágenes con frases de luto
El luto es la manera que tenemos de tramitar esa ausencia ¿Nos acostumbramos a las ausencias entrañables? Aquí como nunca podemos decir que una cosa es la razón y otra el entendimiento del corazón.
Duele y mucho. Pero no hay nada peor que una razón desquiciada, porque pierde poder ante todo lo pasional.
Aquí ocurre que las razones no nos bastan ni remotamente. No es que no podamos apelar al entendimiento, es que lo sentimos mezquino, poco real o sumamente frío para las pretensiones que poseemos.
Aprender a dejar partir, aprender que en algún momento tenemos que soltar; pero, sobre todas las cosas, aprender a tener gratos recuerdos. Esa persona que ya no está no querría nuestra tristeza y cavilaciones pesarosas seguramente.
Recuerda al occiso de la mejor manera, recuérdalo con sus sempiternas sonrisas, con sus amores, gustos y predilecciones ¿Es algo arbitrario? Por su puesto que sí, aunque poco importa. Vuela con tu mente y haz con ella lo que se te antoje. Tal vez no haya espacio de mayor libertad.
Es el amor el que une distancias, el Dios primordial que siempre nos juntó ante las situaciones más complicadas. La muerte no va a ser un impedimento para mantenernos engarzados, por lo menos en la rememoración.
El tiempo sosiega ciertas heridas, las solapa, las ocultas con capas que, sin embargo, pueden romperse en cualquier momento. Así es el duelo: un proceso sumamente tortuoso.
Y poco nos sirve entender que la tristeza y amargura no soluciona nada. Se dice que Solón, uno de los siete sabios, lloraba por la pérdida de un hijo. Alguien le recriminó por qué lo hacía, si ya estaba todo dicho. El respondió cómo debía:»Lloro, justamente, porque no se puede hacer nada».
Sino tomemos la actitud de Jenofonte que ante la muerte de su hijo tiró la diadema que llevaba puesta, pero al saber que murió honradamente se la colocó de nuevo.
A veces querríamos poseer unas escaleras al cielo, debido a que tenemos sed de presencia. Necesitamos la voz, las caricias, el aroma, los consejos y tantas otras cosas de se ser que ya no está.
Las razones del desquicio que nos genera la muerte son que, justamente, las razones no bastan. Y no basta no porque sean bien abarcativas, claras; sino porque las desdeñamos por su sola existencia. Si no existieran querría decir que el exánime estaría bien vivo.
El fenecido permanecerá hasta que nuestra memoria lo suelte. Es decir, lo que dure la vida.
Pero nos perdemos siempre en esos pensamientos lóbregos, olvidando que esa persona que ya no está perdura en nosotros. En la fisonomía si hay algún vínculo familia, pero, en caso contrario, también en los ademanes, en las salidas, las risas y cuestiones similares que bien podríamos haber compartido siempre.
Y él/ella se adelantó en un camino que todos recorreremos. Con miedo, con temor, insensibles, cada uno lo verá en el momento o no.
Hay que superar las instancias infaustas y seguir adelante.